Guadalajara Moderna / Colonia Lafayette
CHAPULTEPEC 130 – 140
Entre López Cotilla y Av. Vallarta
Arquitecto: ?
Propietario Original: Enrique Aldrete Camarena
Año de construcción: 1967
Hablar de un edificio moderno como éste, de estilo internacional puro y que milagrosamente se conserva casi intacto tanto por fuera como en interiores, es lamentablemente imposible sin mencionar la casa que sustituyó, que no le quita mérito a la construcción, pero si mancha para siempre su relevancia y la forma en que lo vemos hoy. Existe este edificio, por más limpio que sea su diseño, porque se cometió un crimen contra la ciudad, así de fácil.
Ya lo mencionó Juan Palomar Verea, hace algunos años en su columna de El Informador, hablando de la destrucción de las cuatro esquinas de Lafayette y Vallarta; «Contra esquina (Sur poniente), existe otra baja muy sensible: el chalet de Ricardo Bell, una de las mansiones más glamorosas de una avenida que alguna vez pudo competir dignamente (y en diferente escala) con el Paseo de Montejo de Mérida. Un arquitecto no identificado construyó allí un edificio comercial de correcta factura, pero que es infinitamente inferior como aportación urbana a la villa citada.» Imposible pues, no comenzar esta ficha hablando de la mansión Nigg-Bell, como popularmente se le conoce a la casa que allí estaba y que en últimas instancias habitó, entre otras, la familia Vizcaíno antes de su demolición.
En la esquina sur-poniente del otrora Boulevard Lafayette y la Av. Vallarta, en un solar de algo más de 3 mil metros cuadrados, el arquitecto florentino Enrique Choistry, autor de varias de las más notables fincas de la Guadalajara de principios del siglo XX, diseñó y construyó para el industrial Juan Nigg un chalet que es considerado ampliamente como el más hermoso y magnífico que se haya construido en la Perla Tapatía. El año era 1906, el mismo en el que se diseñó y construyó la Colonia Moderna en terrenos de lo que fue el Rancho El Mirador, propiedad de la familia Vizcaíno, y que dicho sea de paso, fue la última familia en habitar la casa que nos ocupa.
La Casa Nigg se distinguía no solamente por su escala palaciega, sino también por su magnífica escalera que llevaba a la planta principal, circundada por un pasillo exterior que permitía admirar los jardines a todo su alrededor. La casa era de estilo ecléctico, como la mayoría de las construcciones contemporáneas, pero contaba con algunos elementos decididamente Art Nouveau como la marquesina de la entrada principal; otros neoclásicos como las columnas de los cuartos de la planta primera y los mascarones de los muros; y otros más neo-renacentistas como las ventanas y pedimentos del torreón.
A finales de los años 1950’s, cuando la casa era ya conocida como «Casino Jalisciense», el empresario acerero, constructor y banquero Enrique Aldrete Camarena adquirió la propiedad y la demolió, ante la protesta de pocos tapatíos. Apatíos, apodo como se nos conoce despectivamente a los habitantes de la ciudad por la actitud que a veces tomamos, aplica bien en esta ocasión. Se perdió la joya más grande de arquitectura residencial de la ciudad sin oposición, producto del pensamiento «moderno», y de transformar a Guadalajara en una ciudad «de progreso». No había lugar para la melancolía de otra época, había que hacer negocio.
Aldrete mandó construir un edificio comercial de tres plantas y una plaza central al estilo internacional, proyecto de un arquitecto cuyo nombre la historia olvidó. El edificio es sencillo, sin pretensión y funcional. El mérito, si alguno tiene, es que ha envejecido dignamente gracias a la atemporalidad de su fachada, completamente de vidrio y geométrica. El interior muestra sus detalles originales, increíblemente intactos después de casi seis décadas, y con diseños típicamente sesenteros sobre todo en el diseño del plafond. En esa época, la Av. Chapultepec era sin duda el centro financiero y comercial de la ciudad, trasladadas las oficinas desde el centro en la época de la postguerra gracias a la ampliación (con su respectiva demolición de varias joyas arquitectónicas) de la mayoría de las avenidas de Guadalajara.
Ahora, si bien duele la pérdida de la casa Nigg, es necesario pensar en conservar el patrimonio moderno como este edificio, sobre todo porque conserva en su mayor parte los detalles originales que sin duda marcaron la época en la que se hizo, la idiosincrasia que dominaba y que sin duda puede seguir siendo funcional, por su diseño y su escala, en esta zona de la ciudad donde cada vez más se pierden las pocas construcciones interesantes que quedan detrás de negocios de comida rápida y cerveza barata.