Los arquitectos sí podemos cambiar el mundo

Museo-Guggenheim-Bilbao

Existe un cierto sentimiento entre los arquitectos, una cierta duda sobre su propio papel en la sociedad, en el mundo laboral, en el mundo. Los arquitectos nos sentimos orgullosos de ser arquitectos, pero dentro siempre queda la duda de la importancia y la legitimidad de nuestra profesión. Esta duda ha provocado que nuestro trabajo sea relegado a las oficinas de diseño, y nuestro papel en países como el nuestro, México, se ha reservado a los diseños de edificios públicos, casas particulares para las clases adineradas, y proyectos de escala y presupuesto importante, dejando al 95% de la construcción que se realiza aquí fuera de nuestro alcance. No es sorpresa por ello, que muchos arquitectos abandonan su profesión en las primeras etapas después de concluir sus estudios, en busca de trabajo que les remunere mejor económicamente.

En la sociedad mexicana de hoy, la mayoría de los arquitectos que consigue trabajo al salir de la universidad, y que lo consigue dentro de su área de entrenamiento, lo hace como dibujante de algún despacho, como ayudante de algún arquitecto, y generalmente está muy mal pagado. Por otro lado, el arquitecto que triunfa como generador independiente de proyectos lo hace principalmente gracias a sus relaciones, que le generan trabajo en su medio inmediato (amigos y familiares), y si lo hace bien y sabe promoverse, generará proyectos por sus propios méritos. Lamentablente la mayoría de los recién graduados opta por dedicarse a algo completamente diferente, una vez que las opciones de trabajo que le generen ingresos suficientes para mantenerse por sus propios medios han sido agotadas.

Pero no todo son malas noticias para los arquitectos. Es verdad que somos una de las profesiones peor pagadas del país, en relación al número de horas invertidas en el estudio y en la consecuente obtención de nuestro grado universitario. También en cierto que nuestro papel en la consecución de una obra, es relegado a segundo término por el público, que considera más importante el papel del ingeniero civil o el maestro de obra. Pero hay buenas noticias para nosotros: ni el ingeniero, ni el maestro de obra, ni ningún otro profesional o persona envuelta en la construcción de la ciudad tiene el poder que tienen los arquitectos, como conjunto de profesionales que trabajan principalmente con la generación de ideas, para cambiar las circunstancias en las que una persona, una sociedad, incluso la humanidad completa, vive y se desarrolla. Suena muy bien, pero, ¿Cómo podemos llegar a influir en la sociedad de tal forma que nuestra aportación se refleje en cambios positivos para la humanidad?

La respuesta a esta pregunta es más sencilla de lo que podría parecer. Se trata simplemente de hacer las cosas pensando en el elemento más importante del planeta: el ser humano. Esto nos lleva a formular la siguiente respuesta: Para cambiar el mundo, primeramente se tiene cambiar a las personas, una por una. Y para ello, se debe crear un ambiente apropiado para que cada persona se desarrolle tanto individualmente como en sociedad, proveyendo espacios aptos para cada circunstancia, y empezando por los núcleos familiares habitables. De esta forma, poco a poco se deben ir pensando espacios que vayan desde dentro, hacia fuera. Primeramente vivienda, conjuntos habitacionales, aéreas recreativas, centros de reunión comunitarios, centros urbanos, lugares de trabajo armoniosos, etc. Construir desde dentro, creando un ambiente propio para el correcto desarrollo del hombre tanto en su aspecto físico como mental, es la clave para que, conforme al desarrollo del hombre, estas personas que se han desarrollado en los ambientes propicios sean el factor de cambio para toda la humanidad. Y entre más personas crezcan en ambientes correctos, más rápido y efectivo se producirá el cambio. El reto más grande, como lo ha experimentado la humanidad desde hace varios siglos, es encontrar la manera correcta y las voluntades suficientes para propiciar el cambio. Llevarlo de una utopía filosófica, a una realidad latente. Y para ello debemos seguir los ejemplos, que son muchos, de dichas transiciones que ya existen y transportarlas a una escala global.

Todo lo anterior debe ser revisado desde una perspectiva especial. Y para ello, nos formularemos una pregunta más: ¿Qué tanto influye la arquitectura en la vida de las personas? Esa una pregunta difícil y que se puede contestar desde muchas y variadas perspectivas, dependiendo de la época, lugar y circunstancia de cada persona. Existen sin embargo, algunos factores universales que nos permiten identificar como la arquitectura puede influir en la vida de una persona, y consecuentemente, de una comunidad.

Uno de los ejemplos recientes más claros de la fuerza de la arquitectura, es el proyecto del museo Guggenheim de Bilbao, del arquitecto estadounidense Frank Gehry. El museo se levanta en un predio de un área industrial de la ciudad Vasca de Bilbao, a orillas del río Nervión. El museo ha sido ya considerado como una obra maestra de la arquitectura, no sólo contemporánea, sino de todos los tiempos, afectando de manera significativa la percepción de la arquitectura moderna en el mundo. Pero, ¿cómo nos sirve este edificio como ejemplo de la fuerza de la arquitectura?

La ciudad de Bilbao ha sido por muchos años uno de los motores industriales de España. Allí, en sus astilleros, fundiciones y fábricas, se mueve mucha de la industria pesada del país y de Europa. Sin embargo, Bilbao era una ciudad, si acaso, remotamente visitada por personas ajenas a la industria o por sus mismos residentes. Dentro de Bilbao, el barrio industrial donde se ubica el museo había estado semi-abandonado por muchos años. A finales de los años ochenta, se comenzó a pensar seriamente en una manera de revitalizar la ciudad, y de ponerla en el mapa mundial como la urbe próspera que era. El centro de ese plan era el museo de arte contemporáneo Guggenheim, y se necesitaba un proyecto único, innovador, nunca antes visto en ningún lugar del mundo. Para ello llamaron a Frank Gehry, quien diseñó un museo que tan sólo 10 años antes hubiera sido imposible construirlo, pero que gracias a la tecnología de los programas de diseño estructural, se llevó a cabo conforme al plan. Así nació el museo y la historia posterior todos la conocemos.

La arquitectura cambió la ciudad, la economía de la misma, la percepción de las personas de Bilbao, tanto de sus propios habitantes como de sus visitantes y estudiantes de arquitectura y urbanismo. Un arquitecto creó un espacio que por sí sólo es un conjunto de materiales con una forma distintiva, pero que encajado en un concepto urbano planeado y pensado, alteró no sólo el sitio donde se desplantó, sino la vida misma de los habitantes de Bilbao al convertirse de pronto en un centro turístico y vibrante de intelectuales y artistas. Al museo le siguieron intervenciones importantes por otros arquitectos de fama mundial, como Sir Norman Foster, con sus estaciones del metro en forma de oruga de acero y cristal. Así, Bilbao se ha transformado de ser un simple centro industrial, a una ciudad llena de expresiones artísticas y tecnológicas que la ubican en el mismo plano que Berlín o Barcelona, compitiendo por ser la meca de la innovación arquitectónica de Europa.

En México existen muchas oportunidades para al arquitecto. Pero éste tiene que ir más allá que ser un simple diseñador. El arquitecto debe ser parte fundamental de los equipos de desarrollo urbano. Debe ser incluso el motor de dichos cambios, debe ser promotor, mercadólogo, vendedor, abogado, pero sobre todo, debe ser capaz de saber que su profesión es la más importante de todas. Porque tiene la capacidad de cambiar la manera en que las personas perciben el entorno que los rodea.

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