Necesitamos calles más estrechas (…y banquetas mas anchas)

Los beneficios de reducir el ancho de los carriles de la calle van más allá de lo que creemos.

Calle estrecha en Philadelphia, Estados Unidos.

La reducción del ancho de las calles para permitir la ampliación de las banquetas es un tema que ha adquirido mayor relevancia en las discusiones sobre urbanismo y movilidad sostenible. Esta estrategia presenta muchas ventajas que impactan de manera positiva tanto en la seguridad de los peatones como en la calidad del entorno urbano y su percepción, trayendo consigo muchos beneficios sociales, económicos y del medio ambiente.

La calle Vidrio, entre Chapultepec y Enrique Díaz de León, es innecesariamente ancha y buena candidata para estrecharse.

En primer lugar, el estrechamiento de las calles contribuye a aumentar la seguridad de los peatones. Diversos estudios han demostrado que el reducir el ancho de las calles provoca que los vehículos disminuyan su velocidad, lo que se traduce en una menor probabilidad de accidentes y en una gravedad menor de estos cuando ocurren (Swift et al., 2006). Además, al incrementar el ancho de las aceras, los peatones tienen mayor espacio para moverse, lo que reduce la posibilidad de ser arrollados por vehículos (Pucher & Dijkstra, 2003). Todo esto va en contra de la percepción que existe, sobre todo en México y Estados Unidos, donde el término «amplias calles», empleado sobre todo por gobiernos y desarrolladores inmobiliarios, significa lujo, bienestar y una vida cómoda.

En cuanto al entorno urbano, la ampliación de las aceras permite la incorporación de elementos que mejoren la calidad del espacio público, como jardines, árboles y mobiliario urbano. Esto se traduce en una reducción del ruido (EEA, 2016) y en la creación de islas de frescor que atenúan el efecto isla de calor urbano (UHI), mitigando así las temperaturas extremas (Gago et al., 2013). Además, diversos estudios han demostrado que tener calles más atractivas y verdes aumenta el valor de las propiedades en la zona (Wolch et al., 2014). En algunas colonias residenciales de la ciudad, las calles son demasiado anchas, cosa que no tiene sentido sobre todo porque se quiere cuidar la seguridad de los peatones, reducir la velocidad de los autos y disminuir el ruido. Una calle angosta es más segura que una calle ancha llena de topes.

La Jolla, California en 2007 (arriba) y 2018 (abajo). Esta calle (La Jolla Blvd.) fue sometida a una «dieta de calle» y mejoró notablemente en todos los aspectos.

Por otro lado, la reducción del ancho de las calles también puede traer beneficios económicos para las empresas locales. En calles con tráfico lento, los conductores tienen una mayor oportunidad de reparar en los negocios que se encuentran a su alrededor, lo que puede aumentar su clientela y, en última instancia, sus ingresos (Floor & Velthooven, 2004). Además, calles más agradables y seguras pueden incentivar el uso de modos de transporte más sostenibles, como la bicicleta y el transporte público, lo que también favorece a los comercios locales (Gehl et al., 2013).

Contrario a la percepción popular, las calles principales se benefician de un tráfico menos congestionado. Cuando se reducen los espacios para el tráfico vehicular, las ciudades tienden a promover la multimodalidad, alentando el uso de transporte público y bicicletas (Puerto Galvis, 2016). Esto disminuye la congestión vehicular y mejora la eficiencia del transporte en general (Litman, 2018). En Paris, la alcaldesa Anne Hidalgo implementó estas medidas en ls principales calles de París, a pesar de las protestas de los comerciantes. Hoy, éstos agradecen la medida al ver incrementado el flujo de peatones frente a sus tiendas.

Calle en Saratoga Springs, EUA. La zona verde era antes un carril adicional para autos; hoy es una popular zona de esparcimiento.

Existen numerosos ejemplos de casos exitosos en la aplicación de reducción de carriles. Uno de ellos es la ciudad de Nueva York, donde la implementación de la ‘shared street’ (calle compartida) en la calle 9 estrechó las calles, creando espacios para caminar y circular de forma sostenible (NYC DOT, 2016). Otro ejemplo es el de Rotterdam, en los Países Bajos, donde se implementaron aceras más anchas y se plantaron árboles para mejorar la calidad del aire y aumentar la seguridad de los peatones (City of Rotterdam, 2016). Finalmente, en Ciudad de México se ha promovido el programa «Paseo de Todos» para el estrechamiento de calles y peatonalización de algunas zonas del Centro Histórico (SEMOVipe, 2018).

Esta calle en Manhattan, fue «puesta a dieta», reduciendo la circulación a un carril e implementando una ciclovía y estacionamiento a ambos lados, creando una barrera entre autos y peatones, hacíendola mas segura.

En conclusión, reducir el ancho de las calles y ampliar los espacios dedicados a los peatones no solo permite incrementar la seguridad de los mismos, sino también mejorar el entorno urbano y la percepción de las personas. Esto se traduce en una mejora en la calidad de vida y en oportunidades económicas para los habitantes y los negocios locales. La implementación de este tipo de intervenciones en nuestras ciudades resulta fundamental para construir entornos urbanos que fomenten la sostenibilidad y el bienestar compartido.

Referencias adicionales:

1. Road Diet Case Study: La Jolla, a Jewel of a Boulevard (https://www.pps.org/article/road-diet-la-jolla-a-jewel-of-a-street), consultado el 6/6/2023.

2. Before & After> 25 of New York City’s Most Transformative Road Diets (http://www.archpaper.com/2014/01/before-after-24-of-new-york-citys-most-transformative-road-diets/)

Deja un comentario